26 ago 2016

Tú a Londres y yo en Riazor

Desde el corazón

La marcha de Lucas Pérez se convierte en la cifra más cuantiosa que recibe el Deportivo desde la marcha de Makaay y en la pérdida de un jugador que en las últimas dos temporadas fue clave en el conjunto coruñés.

La aventura de Lucas en el Deportivo no ha sido todo lo larga que se desearía. Tras 2 años, un mes y dos semanas, el del Barrio de las Flores pone rumbo a Londres. Un total de 775 días como jugador blanquiazul. Un montante de 20 millones de euros -el traspaso más caro en la historia de un jugador gallego- han supuesto el fin de trayecto. Una cifra que supera, con creces, las ventas de Filipe, Coloccini o Luque, que en ninguno de los casos superó los quince kilos.

A Lucas no le faltaron momentos mágicos, tampoco le sobraron. Debutó con gol y victoria con la camiseta blanquiazul ante el Valencia en la octava jornada de Liga y anotó el 2-1 en el Camp Nou que acabó resultando clave a la postre para la salvación del equipo en su primera temporada, con el antológico gol de Salomão. Ya en la segunda, la escalofriante cifra de 17 goles y 8 asistencias le convirtieron en uno de los 30 jugadores con más participaciones de gol en Europa. Incluso alcanzó a Bebeto en rachas consecutivas anotando. Todo a pedir de boca.
Con unos números así, los cantos de sirena no tardaron en llegar. Leicester, Nápoles, Sevilla, Atlético, Zenit... propuestas y más propuestas que al final acabaron terminando en una marcha exprés al Arsenal cuando todo el mundo veía que el coruñés ya se quedaría en la ciudad herculina. Aún tuvo tiempo de pisar Riazor por última vez, dando los tres puntos a su equipo ante el Eibar.

Se marcha un jugador de casa, de casta. De esos que cuando la cosa se pone fea saca fuerzas de flaqueza y arenga a los suyos. Un jugador con carácter, que del mismo modo que cualquier coruñés, se cabreaba cuando algo salía mal y saltaba de alegría cuando acababa bien. Un chaval que emigró a Ucrania y a Grecia para vivir la cara más dura y amarga del fútbol, la misma que se convirtió en euforia incontrolada cuando, tras echarle un pulso al PAOK de Salónica, llegó cedido para jugar en el club de sus amores y que se repitió cuando el Depor logró llevarse al zurdo por millón y medio de euros mientras el atacante rechazaba un contrato astronómico del club albinegro.

El viaje de la figura al equipo de Arsene Wenger, inminente, deja en A Coruña un pequeño vacío. Se acabaron los golpes de rabia en la portería de pabellón. Se esfuma parte del "orgullo koruño" del Camp Nou. Pero del mismo modo en que se fue Lucas se fueron otros. También sobre la bocina. Y la vida prosiguió. En este caso ha sido uno de casa, pero la vida sigue. Para uno en Londres, y otros en Riazor.


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