Análisis
En 1998, Aitor Zabaleta, aficionado de la Real Sociedad, moría cerca del estadio Vicente Calderón de una puñalada. Este fin de semana, "Jimmy", aficionado del Depor, también murió tras una reyerta en las inmediaciones del mismo estadio. En 2003, en Compostela, otro aficionado deportivista moría a manos de un grupo de los Blues. Mi pregunta es, ¿porqué debe haber violencia en el fútbol?
Siempre me lo advirtieron, que aquellos que no cesaban de animar al otro lado del estadio ocultaban un lado oscuro. En mi infancia, no me entraba en la cabeza que un grupo de aficionados que animaba a su equipo a ultranza llegase a la violencia. Hasta que con 10 años viví de cerca uno de estos enfrentamientos. Comprendí entonces que el fútbol, como todo árbol, tiene sus frutas podridas.
No es la primera vez que ocurren tragedias en este deporte: avalanchas humanas al celebrar un gol, la muerte de algún aficionado en carretera camino de ver a su equipo... pero lo que volvió a ocurrir esta semana ha demostrado que existe un mezcla explosiva: la unión de fútbol y política.
El fútbol un deporte que unos disfrutan desde el césped y otros disfrutamos desde la grada, disfrutando de nuestros jugadores favoritos, de los colores del equipo de nuestra ciudad o del de cualquier otra, aunque sea por simpatía. Pero parece que últimamente no sólo llega con ser de un equipo, parece que también cuenta el bando político del que seas.
Hoy en día, es imposible imaginarse un derbi, ya sea un Depor-Celta, un Las Palmas-Tenerife o un Almería B-Granada B sin que salten las alarmas de "alto riesgo" por los posibles enfrentamientos que haya entre aficiones. Y eso, desgraciadamente, es lamentable. ¿Acaso no se puede tener una rivalidad en el campo y dejarla de lado cuando el árbitro indique el final del partido? ¿Acaso no se puede reconocer lo que uno y otro hacen bien con total objetividad? El fútbol nunca debería cobrarse una vida, y menos porque un grupo de radicales decidan hacer una quedada para meterse a "mamporros" hasta que sólo quede uno en pie. No sé si ha sido o no el caso de este fin de semana, pero sigue siendo igual de lamentable. ¿Qué me importa si eres de derechas o de izquierdas? Lo único que nos debe importar en el fútbol es NUESTRO equipo. NADA MÁS.
Poniendo ejemplos más claros: compartes clase con gente que es de tu equipo rival, ¿os comportáis como personas o empezáis a leches sólo por ser rivales? Francamente, si la sociedad opta por lo segundo es que, definitivamente, no hemos evolucionado en absoluto. Hay que aprender a diferenciar entre rivalidad y estupidez. En un partido de fútbol, la única rivalidad que debe existir es en los terrenos de juego, y aún así no se puede llegar nunca a usar la violencia. Utilizar el fútbol como pretexto para la violencia es estupidez y, por supuesto, no respetar los valores del deporte.
Lo que ha sucedido demuestra que en el fútbol no hay sitio para esta gente, sea del equipo que sea. Hace ya mucho que se tuvo que plantear la idea de que los grupos de Ultras desapareciesen de la faz de uno de los deportes por antonomasia. Sé que muchas aficiones nunca han tenido ninguna incidencia, pero si se eliminase a unos y no a otros sería injusto. A los culpables de este fin de semana hay que retirarles la oportunidad de entrar en un campo de fútbol para toda la vida. Y si les molesta, que aprendan a comportarse como personas.
#NOALAVIOLENCIAENELFUTBOL
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